Pondré un ejemplo que dará mucho que pensar al lector: el magnate australiano de la prensa, Rupert Murdoch, posee 247 periódicos en todo el mundo, además de varias televisiones, revistas y agencias de noticias; pues bien, ninguno de estos diarios fue capaz de cuestionar la invasión de Irak por parte de EE. UU. en 2003 en cualquiera de sus editoriales. La influencia de Murdoch es enorme en la vida política y en la formación de corrientes de pensamiento en Estados Unidos, Reino Unido y Australia, los tres lugares donde su imperio se ha desarrollado con más vigor. Aunque lo cierto es que esta influencia se amplía a todo el mundo, puesto que, a través de sus diferentes canales, Murdoch controla un altísimo porcentaje de los contenidos de televisión de todo el planeta. Por supuesto que el caso del magnate australiano no es único; existen otros grandes monopolios mediáticos, algunos de ellos a nivel local, otros a nivel nacional, pero todos tienen la misma propiedad de influir poderosamente en el pensamiento y en las tendencias de las sociedades en los que se desarrollan. En algunas ocasiones, las democracias se comportan como las peores dictaduras, con una diferencia: que las primeras temen a la prensa y a la opinión pública, motivo por el cual tratan de controlar los medios de comunicación y de ocultar ante la sociedad sus ominosas acciones; por eso es tan importante que existan medios independientes que amen la verdad, que busquen esa verdad y que tengan el coraje de publicarla a costa de lo que sea.
Desde este punto de vista, no es extraño que Venezuela sea portada diaria en todos los grandes medios aun cuando en el mundo existan problemas infinitamente más graves (de los que poco se habla) tales como la violación de derechos humanos en Arabia Saudí, donde en 2016 fueron ejecutadas 154 personas, según Amnistía Internacional; las condiciones cotidianas de miseria y explotación laboral que sufren los niños en países como China, India, Vietnam o Bangladesh; las peligrosísimas condiciones en las que desempeñan su labor los periodistas en Méjico, tras Siria y Afganistán el peor país del mundo para ejercer esta profesión; la insoportable situación de opresión, maltrato, violencia y asesinatos que sufren las mujeres en África, Asia y Oriente Medio; el cambio climático; las recientes matanzas de homosexuales en Chechenia; las guerras de Libia, Siria, Irak o Malí; el imparable avance del neoliberalismo a nivel mundial; y otros casos particularmente crueles de barbarie e injusticia en todo el planeta. Estos problemas no son portada diaria de nuestros medios de comunicación, Venezuela sí, deberíamos preguntarnos por qué.
Es un error intelectual de muchos de nosotros el hecho de caer en la trampa tendida por los medios de comunicación financiados por los grandes poderes económicos, que nos dicen de continuo que no existe alternativa alguna al sistema neoliberal. Desde este punto de vista hemos perdido la capacidad de soñar con un mundo mejor. Sin embargo, el ciudadano occidental tiene plena conciencia de lo que está ocurriendo en el planeta: de que existen desigualdades, guerras por recursos naturales, injusticias, dictaduras, abusos de unos países sobre otros, destrucción del medioambiente por motivos estrictamente económicos, etcétera. Pero cuando el ciudadano trata de cuestionar este sistema, la gran cantidad de medios de comunicación afines al mismo tan solo le ofrece planteamientos demagógicos tales como considerar el comunismo soviético o el castrista como la antítesis de los sistemas neoliberales. Por esta razón, el neoliberalismo gana las batallas y las guerras sin haberlas declarado siquiera; es decir, el ciudadano occidental está convencido desde su infancia de que no es posible crear ni imaginar un sistema que pueda ser alternativo a este. Lo peor es que no hemos sabido elaborar una respuesta intelectualmente seria para contraponerla a todas estas patrañas: esto es, lo contrario del sistema neoliberal, injusto y desigual no es el comunismo ni, por supuesto, ninguna delirante dictadura, sino la justicia social. El sistema neoliberal ha vencido cuando la mayoría de la sociedad acepta las desigualdades y las injusticias lacerantes como si fueran fenómenos «inevitables» o «naturales» propios de la economía de mercado.
Este texto pretende aportar algo de luz que nos permita comprender el contexto en el cual nació el movimiento chavista, su increíble desarrollo y su posterior declive provocado por sus líderes actuales, que son incapaces de llevar a cabo una gestión que posea la arrolladora capacidad transformadora que el movimiento tuvo en vida del fallecido presidente Hugo Chávez. Comenzaré hablando de una noticia que llamó poderosamente mi atención y que se produjo el 23 de junio de este año.
En tiempos de tanta incertidumbre para Venezuela se hace imprescindible el diálogo entre Gobierno y oposición, puesto que es inviable una democracia sin una relación correcta y fluida entre los representantes de las instituciones más importantes del Estado. Las tensiones entre los diferentes estamentos del Estado son normales y hasta deseables en todos los sistemas democráticos porque son consecuencia directa de la división de poderes, pero no hasta el punto de que esto genere un clima prebélico que acabe influyendo en la convivencia entre los ciudadanos. Cuando hablamos de Venezuela, naturalmente, debemos hacerlo del chavismo, dentro del cual se incluye el desastroso y corrupto Gobierno de Nicolás Maduro. Para hablar de este fenómeno, del cual no saben prácticamente nada las poblaciones de Europa o de EE. UU., hay que aportar muchos datos. El hecho innegable de que los principales medios de comunicación a nivel mundial nos hayan ocultado durante años cuestiones imprescindibles para conocer la realidad cotidiana del país caribeño, así como las políticas aplicadas por el chavismo es algo que excede el propósito de este artículo, pero está relacionado con la lamentable situación del periodismo a nivel mundial y con el hecho de que los grandes grupos buscan no sólo el beneficio económico a costa de la verdad, sino imponer la ideología neoliberal(el capitalismo salvaje y sin controles) en todo el planeta, algo imposible sin su colaboración y, en muchos casos, sin su actitud pasiva (no informar). La mayoría de los grandes medios de comunicación están en manos de gigantescos grupos empresariales, bancos y fondos de inversión. No resulta difícil deducir qué intereses y qué ideología defenderán estos medios.
El «héroe» del escudo, polarización e infamia en la actual Venezuela
El primer deber de un periodista-absoluta y totalmente indispensable desde el punto de vista ético-es buscar la verdad. El segundo es contar esa verdad de forma fidedigna. Es imposible tratar de analizar lo que está ocurriendo en Venezuela desde la infantil y reduccionista perspectiva de buenos y malos. Ni el país es una democracia equiparable a Noruega o Dinamarca-dos de los países más transparentes y desarrollados del mundo-ni es, desde luego, una dictadura. En esa cuota diaria que Antena 3 y otras televisiones (entregadas a la causa neoliberal hasta la náusea) dedican a mentir y manipular acerca de lo que realmente está ocurriendo en Venezuela, el pasado viernes 23 de junio pude asistir a uno de los más lamentables episodios que haya podido ver en un medio occidental en los últimos años. La cadena generalista española daba cuenta de los disparos que miembros de la Guardia Nacional del país caribeño habían hecho a quemarropa (a muy poca distancia) sobre un joven opositor con el desgraciado resultado de muerte para el desdichado manifestante. Este canal no daba apenas detalles acerca de las circunstancias que rodearon esta tragedia. Por su parte, la cadena La Sexta relataba que el joven había recibido en el pecho el impacto de varias pelotas de goma, algo imposible a la luz de las imágenes difundidas en las que no se aprecian ni las escopetas con las que habitualmente se disparan esta clase de proyectiles ni el impacto de las mismas sobre el manifestante; es decir, La Sexta no contrastó esta noticia en modo alguno. De nuevo se repite, además, el mismo hecho que en el caso de Antena 3: no se aporta particularidad alguna acerca del contexto en el cual se produce esta desgracia. Si omitimos de forma deliberada un solo dato acerca de una cuestión determinada, esta puede ser percibida de un modo radicalmente distinto respecto a los hechos reales. Y en esta luctuosa historia se han omitido todos. La cadena Antena 3 decía que el joven «había lanzado una piedra». Nada nos dicen respecto a que el manifestante muerto-David José Vallenilla-participaba en el asedio a una instalación militar, la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda, conocida como La Carlota, a la cual se acercó con un objeto en la mano que, definitivamente, después de analizar varios vídeos, resulta imposible reconocer. En cualquier caso, la base fue atacada con cócteles molotov y morteros caseros durante días. Cualquiera que haya cumplido el servicio militar sabe perfectamente de lo que estoy hablando: intenten acercarse a un recinto militar en España, Francia o Reino Unido con armas o con la sola intención de entrar o de herir a los que están en su interior, difícilmente sobrevivirán al intento. Otro tanto podemos decir de quien decida atacar una instalación militar estadounidense. En un vídeo activamente difundido por la oposición «democrática» se dice literalmente: «los Guardias Nacionales Bolivarianos emboscaron a los manifestantes y dispararon desde la base militar con la protección que dicha instalación les brindaba». ¿Es posible emboscar a alguien que está fuera de un recinto cuando el que realiza la emboscada está dentro? La manipulación del lenguaje alcanza extremos aberrantes.
Vaya por delante que estoy totalmente en contra del presidente Nicolás Maduro y de su administración, y lo estoy por diferentes razones que no siempre tienen que ver con lo que habitualmente nos cuenta la prensa al hablar de Venezuela. Maduro es el presidente de un Gobierno altamente ineficiente, extremadamente corrupto, paralizado e incapaz de hacerse con las líneas de distribución de bienes y alimentos cuyo monopolio y secuestro por parte de la oposición hacen posible la guerra económica que paga buena parte del pueblo venezolano. En cualquier caso, nos guste o no, Maduro fue elegido por el pueblo y no es legítimo llamar tiranía, régimen o dictadura a un sistema democrático.
Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa: muchos de los jóvenes y adolescentes detenidos tras las manifestaciones han reconocido que salen a la calle perfectamente equipados para la lucha callejera (modernas máscaras anti-gas, guantes anti-corte, cascos, protectores de tórax, rodillas y testículos, y cámaras GoPro) y que lo hacen, además, pagados por empresarios opositores al Gobierno venezolano. En barricadas que se organizan en diferentes ciudades del país, hombres encapuchados y armados también suelen pedir dinero con el fin de financiar a la llamada «resistencia».
Desde los tiempos del presidente Chávez, el ejército y la policía tienen prohibido reprimir las manifestaciones con otros medios que no sean cañones de agua, gases lacrimógenos o perdigones de plástico. Este último método fue prohibido por el presidente Maduro hace unas semanas y puede ser mortal si se dispara a poca distancia, algo que ocurrió en el caso de David José Vallenilla. En las imágenes difundidas por Antena 3 TV y otras televisiones con el único fin de desacreditar aún más al Gobierno venezolano, se observa como el joven cae y es llevado por otros manifestantes lejos de la valla que protege la instalación militar de La Carlota.
Las televisiones privadas venezolanas (Venevisión, TRT, Globovisión, Televen) no han dejado pasar la oportunidad de manipular este lamentable hecho. Estas cadenas son las que en horarios de máxima audiencia tildan a Maduro (como también hacían con Chávez) de dictador y tirano, y declaran a voz en grito que en Venezuela no hay libertad de expresión, algo que, precisamente, no se podría decir en un medio de comunicación si no existiera tal libertad. No estaría mal que alguien les explicara que en países como Cuba, Corea del Norte o Arabia Saudí donde, efectivamente, no existe libertad de expresión, la crítica hacia el líder del país te puede costar la cárcel, en el caso de Cuba, o la muerte, en el caso de Corea del Norte y el régimen de la familia Saud. No podrán llevar a cabo el lamentable show mediático al que nos tienen acostumbrados porque la propia madre del joven abatido ha declarado que «Tenía puntos de vista distintos» respecto a su hijo, que «Perdona a la persona que le disparó» y que «Los venezolanos merecen vivir en la paz, la tolerancia y el respeto». Cuando el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, aterrizó en Venezuela en mayo de 2016 para, entre otras cosas, «investigar» la falta de libertad de expresión en el país, fue recibido por más de 20 televisiones, entre ellas varias internacionales.
Pero sigamos con la secuencia emitida en varios canales: después de observarse como David José Vallenilla se levanta y retrocede tras ser alcanzado por los disparos, podemos ver como entra en acción un manifestante a quien algunos medios trataban de retratar como un valiente demócrata y al cual ya muchos conocen en Venezuela como «el héroe del escudo», un joven envuelto en la bandera de Venezuela que se aproxima hacia Vallenilla provisto de un rudimentario escudo. El pensamiento ingenuo que muchos pueden albergar es que el joven del escudo trata de proteger a su amigo, pero si se fijan detenidamente en las imágenes, el «héroe» ignora por completo a su compañero, al que no presta ningún tipo de ayuda, sin embargo, se agacha presto y veloz para recoger un objeto ¿de qué objeto se trata y por qué las televisiones y radios de todo el mundo no nos proporcionan un dato tan relevante como imprescindible para comprender el problema? Después de aumentar y clarificar las imágenes se puede observar que el objeto en cuestión es una granada lacrimógena denominada APG-111, fabricada por CAVIM (la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares) y su socio español Falken ( propiedad de la familia del ex diputado del PP, Ismael Bardisa Jordá, que está inscrita en la Asociación de empresas españolas que operan en Venezuela [Cavespa], y que formó en 2009 una empresa con la propia CAVIM con el fin de producir bombas lacrimógenas para las fuerzas de seguridad venezolanas).
Quiero insistir en la cuestión del papel de la prensa porque el hecho de ocultar información en una democracia es un acto incalificable que está muy por encima de las ideologías de todos y cada uno de nosotros; lo primero que debemos ser es demócratas y, comprometiéndonos firmemente con estas convicciones, aceptamos plenamente que los demás también tienen el derecho a pensar y a opinar de manera diferente a nosotros. El ataque contra una democracia es un atentado contra todos, independientemente de que en el país agredido gobierne la derecha o la izquierda. No nos engañemos, desde el punto de vista periodístico el «problema» de Venezuela es la historia de una ocultación deliberada y sistemática de la verdad por parte de los grandes medios de comunicación locales y también mundiales acerca de lo que realmente está ocurriendo en el país. Venezuela debería ser una preocupación para todos nosotros, pero no porque allí exista un régimen que conculca derechos y libertades (algo totalmente falso), sino porque los poderes económicos y los medios de comunicación pretender deslegitimar a un Gobierno elegido democráticamente y dar un golpe de Estado “blando”, cuando, precisamente, el papel de la prensa debería ser el de controlar al Gobierno de forma imparcial y poner de manifiesto sus múltiples errores en todas las materias.
Finalmente, tras varios días de asedio frente al complejo castrense de La Carlota, los manifestantes consiguieron destruir parcialmente la valla que protege las instalaciones e introducirse en la misma. En primer lugar, es extraño que los jóvenes se manifiesten frente a una base militar y no en las calles o frente a otros organismos públicos. En segundo lugar, deberemos convenir que es cuando menos infrecuente que un sistema calificado comúnmente por muchos medios de comunicación como un «régimen» o una «dictadura» permita que un grupo de manifestantes acceda a un recinto militar lanzando piedras, cócteles molotov y bombas de humo, y que, en el asalto, además, se utilicen morteros caseros contra el ejército sin que se produzca una masacre causada por las «fuerzas represoras». En tercer lugar, es relativamente frecuente que jóvenes pagados por la oposición «democrática» reutilicen granadas lacrimógenas que previamente la Guardia Nacional Bolivariana había usado para dispersar manifestaciones. La manera en que utilizan las mismas es muy sencilla: las granadas vacías son rellenadas con diverso material explosivo. Su grado de destrucción depende de la destreza y el conocimiento de quien haya preparado la bomba casera. Extrañamente, David Vallenilla se encontraba agachado y parapetado tras el muro de cemento de la base y sólo se levanta al comprobar cómo es descubierto por los guardias del complejo militar. El gesto que hace instantes antes de recibir los disparos es el de lanzar un objeto hacia arriba y con poca fuerza (a la manera en que se lanza una granada), es decir, el militar que efectuó los disparos pudo interpretar que la intención de Vallenilla era que el objeto en cuestión sobrepasase la valla de seguridad que protege La Carlota. En caso de ser una granada manipulada como bomba casera, los manifestantes, que estaban en el exterior de la base se encontrarían protegidos porque los bloques de cemento en los cuales está insertada la valla de seguridad sobrepasan el metro de altura, razón por la cual la granada sólo sería lesiva para los guardias de la instalación militar, que se encontraban dentro de la misma en campo abierto. Ya he comentado que el presidente Maduro ordenó semanas atrás que no se utilicen escopetas de perdigones de plástico con el fin de contener las manifestaciones. Pero lo cierto es que el sargento no estaba encargado de mantener el orden público, sino que era un centinela de un complejo militar. Algunas páginas web dicen rotundamente que Vallenilla se aproximó a la valla de la base militar con una granada en la mano, pero uno de los vídeos que grabó su trágica muerte desmiente esta versión porque parece que la granada ya se encontraba en el suelo y sólo una filmación más completa nos permitiría saber si la granada fue lanzada desde la base o por los propios manifestantes. En cualquier caso, este es un ejemplo de lo difícil que resulta informarse en Venezuela porque pocos medios difunden información objetiva y veraz. El enconamiento y la animadversión entre Gobierno y oposición es de tal calibre que la verdad es una víctima más del conflicto venezolano. Parece claro, insisto, que la granada que recoge el joven del escudo ya estaba en el suelo, no se sabe desde qué momento, y también parece claro que, a la luz de las imágenes disponibles, es imposible determinar qué objeto trató de arrojar David Vallenilla al interior del complejo militar.
Pese al discurso del Gobierno español en contra del chavismo, nuestro país ha vendido armas a Venezuela durante las jefaturas de Aznar, Zapatero y Rajoy. Sólo en el primer semestre de 2015, España exportó material bélico al país caribeño por valor de más de 13 millones de euros. Estas ventas tuvieron la aprobación expresa del Gobierno porque la propia ley fija la obligación del Ejecutivo de ratificar la venta de armas a otros países. Según Amnistía Internacional, Greenpeace, FundiPau y Oxfam Intermón (integrantes de la campaña Armas Bajo Control) es necesario “que la Junta Interministerial que autoriza las exportaciones de armas mejore la evaluación del riesgo del uso de las armas contrario al derecho internacional”. España también vende material de guerra a países con tan poco respeto por los derechos humanos como Egipto, Arabia Saudí, Barhein, Malí (un santuario de terroristas que se ha convertido en la extensión africana de las guerras y de los conflictos tribales y religiosos de Siria e Irak), Afganistán, Turquía (un país en pleno retroceso democrático desde la llegada de Erdogan, que incluye la paulatina implantación de un régimen religioso), Pakistán, Marruecos y Tailandia. Los ingresos de la industria armamentista española por la exportación de armamento en 2016 ascendieron a 4.362 millones de euros. Desde abril de 2014, el Gobierno español no vende material antidisturbios a Venezuela.
