Venezuela está de nuevo en el centro del tablero geopolítico mundial. Es necesario examinar en profundidad el papel de Canadá en esta nueva crisis venezolana. Uno de los aspectos más llamativos tras el apoyo de Estados Unidos a Juan Guaidó fue que Canadá, de inmediato, secundó a su vecino norteamericano.

        Canadá tiene una imagen incomparablemente más amable que la de Estados Unidos. Esa imagen se ha construido sobre la realidad de un robusto Estado del Bienestar que, al contrario de lo que sucede en EE. UU., no suele dejar a nadie en la estacada. Las principales políticas sociales canadienses están encaminadas a otorgar ayudas a los más pobres y a mantener el sistema público de salud. Pese a ello, desde hace algo más de 30 años, el país se ha visto inmerso en una serie de privatizaciones del sector público, que han disminuido el tamaño del Estado canadiense. A la vez, se han producido varias reformas fiscales, todas ellas en los años noventa, con la única finalidad de que paguen menos quienes disponen de más recursos. La industria de materias primas de Canadá es la mayor proveedora de la industria de Estados Unidos, dato clave.

        Existen diferencias esenciales entre Estados Unidos y Canadá a la hora de ejercer su influencia en el exterior-principalmente porque Canadá no suele utilizar el recurso de la fuerza-, pero no son pocas las ocasiones en que ambos países han ido de la mano a lo largo de la historia, utilizando métodos encaminados a garantizar la hegemonía del norte de América sobre el sur. Otro dato importante, puesto que no hablamos solo de petróleo, sino también de hierro, oro, diamantes y coltán, es que en Canadá tienen su sede el 75% de las empresas mineras de todo el planeta, y más de la mitad están registradas en la Bolsa de Toronto, la más importante del mundo en cuanto a comercialización de minerales. Siguiendo la vieja tradición europea y estadounidense de proteger la democracia dentro de nuestras fronteras, para despreciar cualquier derecho cuando se trata de proteger los intereses en el exterior, el gobierno canadiense no exige a las compañías mineras nacionales ninguna responsabilidad social en el desarrollo de sus actividades fuera del país. Antes, al contrario, Canadá ha impulsado desde hace al menos 40 años reformas económicas en América Latina a través de la CIDA-la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional-, que condicionaba las ayudas a los países receptores a la adopción de reformas neoliberales para que abriesen sus sectores mineros a las multinacionales canadienses. Entre 1991 y 2012, Canadá firmó nueve acuerdos en América Latina para proteger las actividades de sus empresas. Estos acuerdos incluían la capacidad legal de las multinacionales de demandar a los gobiernos cuando considerasen que sus intereses estaban siendo vulnerados.

        Pero, desde mi punto de vista, no se trata tanto de apropiarse de los recursos de un país, como de demostrar al mundo que los sistemas socialistas no pueden constituirse en alternativas al neoliberalismo imperante. Por eso llevan a cabo bloqueos económicos, para deteriorar aún más las condiciones de vida de las poblaciones de los países que adoptan el socialismo democrático.

        Un diario como El Confidencial, que no suele dar puntada sin hilo, informaba estos días de la entrada en Venezuela de comandos de mercenarios armados con material de guerra, que habrían llegado al país procedentes de Brasil, Ecuador y Colombia. Su presencia tiene como único fin sembrar caos y confusión. Los mismos intereses de siempre, tan sucios como obscenos. Los mismos métodos también.

        Qué podemos sentir como ciudadanos cuando los actores que juegan esta infame partida son una panda de gentes sin escrúpulos como Brams, Pompeo o Trump del lado estadounidense o los chinos, los rusos y los iraníes del lado venezolano.

Eduardo Luis Junquera Cubiles.