Conozco bien el proceso legal por el cual en Venezuela hay dos parlamentos. A este atolladero se ha llegado porque Gobierno y oposición se han empeñado en violar una y otra vez todos los procedimientos democráticos en un país en el cual no existe la más mínima cultura del respeto por la propia democracia ni por la opinión del otro. Y así es como se rompe, también, la convivencia en las calles. Ambos bandos pueden reprocharse determinadas prácticas que tienen que ver, insisto, con la poca calidad de la democracia venezolana. La existencia misma de las dos asambleas es una anomalía difícil de justificar. Chávez sabía bien que en América la democracia está secuestrada por unos poderes económicos que no dudan en comprar jueces, magistrados, diputados, senadores, ministros y cualquier otro funcionario con el fin de defender los intereses de clase de las élites (Brasil y Honduras son dos buenos ejemplos). Por eso fijó en la propia Constitución de 1999 el procedimiento para crear un parlamento paralelo. Un error lamentable de uno de los pocos gobernantes de la historia del país que de verdad amó a su pueblo y quiso transformar la vida de los más pobres. Maduro es un corrupto y un gobernante ineficiente, que no es lo mismo que ser un tirano, pero hoy no parece haber mucho espacio para la letra pequeña.
No sé quién es Guaidó, pero sí sé quiénes eran los que le precedieron, no solo a él, también a Chávez. Las élites siempre prefieren a un “moderado” para dirigir los países: son una garantía de que nada cambiará. O acaso pensáis que existía alguna preocupación entre los grandes banqueros y empresarios españoles cuando Zapatero llegó al poder por sorpresa en 2004. El sistema lo suele tener todo atado para evitar sorpresas desagradables. El proyecto de Chávez fue el proyecto de los pobres de alzarse como dueños y gestores de sus propios recursos. Eso es lo que él supuso para la historia reciente de Venezuela: la historia de un niño pobre de los Llanos que le dio un significado mayúsculo a la palabra dignidad, mucho más allá de la retórica hipócrita de los anteriores presidentes.
Uno de esos presidentes de los que podemos hablar fue el “socialista” Carlos Andrés Pérez (destituido por corrupción), que negoció durante la campaña electoral de 1989 un rescate con el FMI mientras le decía al pueblo que sus intenciones eran exactamente las contrarias. Dos semanas después de su toma de posesión, Carlos Andrés Pérez presentó un durísimo paquete de medidas dictadas desde el propio FMI, que no eran más que la receta neoliberal de siempre que golpea a los pobres para preservar la posición de los ricos. Que no nos cuenten milongas. Cuando las masas tomaron las calles (el “caracazo”), el Gobierno respondió suspendiendo varios artículos de la Constitución que protegían el derecho a la seguridad, el derecho a la libertad individual, el derecho a la inviolabilidad del domicilio, el derecho a reunirse en público y en privado y el derecho a protestar de forma pacífica. Hubo detenciones, torturas, ejecuciones y otras brutalidades que dejaron un saldo oficial de 276 personas asesinadas, pero estimaciones particulares hablan de 3.000 muertos. Los muertos de siempre. Así nació el chavismo. Como otros excesos que veremos en otros lugares del mundo, Chávez surge de la decepción del pueblo por las altas expectativas creadas por políticos corruptos y carentes de ideología. Os recomiendo ver el video en el que Alejandro Izaguirre, ministro del Interior de Venezuela durante este episodio, interrumpe su discurso en televisión incapaz de defender la patraña de que la situación del país estaba bajo control después de la masacre causada por la policía y el ejército. Cuando compareció ante las cámaras, Izaguirre ya sabía que las morgues de Caracas, Barquisimeto, Valencia, Maracay o San Cristóbal estaban a rebosar de cadáveres.
No es muy difícil ponerse del lado de Chávez. Las declaraciones del líder de la revolución bolivariana siempre se sacaron de contexto con el fin de presentarlo al mundo como un gobernante histriónico de ocurrencias descabelladas. Uno de los episodios más lamentables de la construcción de la imagen de Chávez por parte de la prensa europea fue la apología del golpe de Estado que el diario El País hizo en abril de 2002, cuando muchos medios venezolanos nos hicieron creer que los chavistas habían disparado a manifestantes opositores. Lo que en realidad había ocurrido es que francotiradores (nunca se les puedo identificar, curioso) que se encontraban en edificios de la Avenida Baralt de Caracas dispararon de forma indiscriminada contra chavistas y opositores que se manifestaban a favor y en contra de Chávez en dos marchas que no llegaron a encontrarse. Las cadenas de televisión Globovisión y Venevisión manipularon las imágenes para relacionar a los muertos de la oposición con los manifestantes chavistas que, desde las calles, disparaban en dirección a los edificios desde los cuales eran atacados. Esas imágenes suelen tener un impacto inmediato en la opinión pública de Occidente. Todos estos “preparativos” infames tenían como objetivo colocar en la presidencia del país al presidente de la patronal venezolana (Fedecámaras), Pedro Francisco Carmona Estanga. Supongo que a eso lo hubieran llamado “recuperar el orden constitucional”, y no “golpe de Estado”, cuestión de eufemismos. Por cierto, que Carmona, durante los tres días en que ejerció el gobierno del país, disolvió el Congreso y el Tribunal Supremo, y se dotó de la facultad de gobernar por decreto. Todo muy democrático.
Quien orquestó todo esto no contaba con la movilización de los mestizos y los mulatos, que salieron a las calles dispuestos a dar su vida por el presidente Chávez, el único de su mismo color que había gobernado el país, el único que compartió sus penurias y sus lamentos, el único que les enseñó el verdadero significado de la palabra justicia.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.
