La especulación con el aluminio:

        A finales de 2010, Goldman Sachs adquirió la Metro International Trade Services, una compañía que posee una extensa red de almacenes gestionados a su vez desde la Bolsa de metales de Londres. Cuatro años después, vendió esta empresa a una filial del fondo de inversión Reuben Brothers. Antes de que Goldman Sachs se hiciera con Metro International, los clientes de los almacenes de aluminio esperaban una media de seis semanas para que sus compras se ubicaran, se recuperaran y se entregaran a las fábricas procesadoras de aluminio. Pero, desde la adquisición de Goldman Sachs, la espera se multiplicó por diez, a más de 16 meses, según consta en los registros de la industria del aluminio de Estados Unidos. La Metro International es uno de los mayores almacenes del aluminio del país y almacena más de una cuarta parte del suministro de este metal disponible en el mercado, que se guarda en los almacenes de la compañía en el área de Detroit.

        Una vez desatada la crisis financiera de 2007-2008, la Reserva Federal de Estados Unidos inyectó dinero en la banca, un dinero que no siempre fue utilizado para sanear las cuentas de las entidades, sino en inversiones que solo el tiempo dirá si dan lugar o no a una nueva crisis. Una de esas inversiones fue la compra de grandes áreas logísticas destinadas al almacenamiento de productos de todo tipo: desde gasoductos y refinerías de petróleo en Texas, Oklahoma y Luisiana, hasta enormes flotas de petroleros que navegaban por todo el planeta, pasando por compañías que gestionaban operaciones en los puertos de Seattle, Oakland y California. Aunque desde Goldman Sachs se insiste en que las operaciones respetan todas las normas de la industria fijadas por la Bolsa de Metales de Londres, las declaraciones de varios empleados de Metro International muestran que las enormes demoras formaban parte de una estrategia de acaparamiento con el fin de aumentar el precio del aluminio. Metro International mantiene casi 1,5 millones de toneladas de aluminio en sus almacenes de Detroit, pero las normas de la industria establecen que el metal no puede permanecer en un depósito de manera indefinida. Por esta razón, al menos 3.000 toneladas de aluminio se deben mover cada día. Pero, según declaran varios empleados y exempleados de Metro International, la mayor parte del movimiento del aluminio no tiene lugar para entregar el metal a sus clientes, sino para transportar el aluminio de un almacén a otro. Metro International recibe dinero por el material almacenado cada día, por esta razón se mueve el aluminio de uno a otro lugar, porque es una forma de continuar recibiendo dinero sin vulnerar la legislación estadounidense. Los analistas de la industria del aluminio consideran estas demoras en la entrega del metal como una razón para que la prima por la venta de aluminio se duplicase entre 2010 y 2014.

        La Bolsa de Metales de Londres es un ejemplo perfecto del capitalismo del futuro, un sistema construido por los más fuertes con sus propias normas y con nulos controles: este mercado gestiona 719 almacenes en todo el mundo y recibe el 1% de la renta recaudada por estos centros logísticos. Hasta 2012, fue propiedad de varios bancos, incluidos Goldman Sachs, Barclays y Citigroup. Muchas de sus normas fueron creadas por el comité de depósito de la bolsa, un organismo formado por ejecutivos de varios bancos, compañías comerciales y empresas de logística, entre las cuales estaba el presidente de Goldman’s Metro International, así como otros representantes de importantes multinacionales europeas. Como gestores de centros logísticos, puertos y gasoductos, las entidades bancarias tienen acceso a información privilegiada que les otorga una ventaja decisiva en las operaciones de compra y venta de productos. Pero la ausencia de regulación hace que todo esto sea perfectamente legal. Goldman Sachs no entró en el negocio del aluminio por casualidad, aunque el conocimiento de los mercados mundiales de economía financiera por parte de sus ejecutivos hubiera bastado para reactivar el negocio de este metal. En realidad, la acumulación de aluminio había crecido enormemente entre 2008 y 2010, pasando de 50.000 toneladas a 850.000, para llegar a 1,5 millones en 2014. A medida que las cantidades de metal almacenado aumentaban, también lo hacían los tiempos de demora para recuperar el aluminio y la prima agregada. A mediados de 2011, el aumento de precio de este metal provocó una queja de Coca-Cola contra Metro International ante los supervisores de la industria y de la Bolsa de Metales de Londres.

        En otro claro ejemplo de economía especulativa y financiera, debemos denunciar que la mayor parte del aluminio almacenado en Detroit no pertenece a los fabricantes o proveedores, sino a los bancos y los fondos de inversión, que adquieren el metal en operaciones especulativas que pueden ser renovadas con el tiempo en un proceso denominado de “revalorización”. Según las investigaciones del diario The New York Times, los especuladores recibían incentivos por parte de Metro International de 230 dólares por tonelada para que renovasen el alquiler y, posteriormente, la empresa se ocupaba de mover el aluminio de un almacén a otro. Con estas operaciones, los propietarios del metal recibían dinero por adelantado y mantenían la posibilidad de ganar aún más con el posible aumento de las primas, mientras que para Metro International el hecho de mantener las demoras de entrega suponía seguir cobrando 48 centavos diarios por día y tonelada. Goldman Sachs había adquirido Metro International en 2010 por 550 millones de dólares y podía recaudar anualmente 250 millones en el alquiler de locales de almacenamiento.

        ¿Cómo es posible que Goldman Sachs pudiera entrar en el negocio de la logística? Desde la derogación en 1999 de la Ley Glass-Steagall, que separaba la banca tradicional de la banca de inversión, las entidades bancarias pueden adquirir cualquier negocio. Así es como Morgan Stanley posee barcos petroleros, oleoductos y refinerías de gas y petróleo. JP Morgan también tiene almacenes de metales en Reino Unido y Estados Unidos. Poseer centros de almacenamiento es fundamental para especular con el precio de un producto mediante la estrategia del acaparamiento, una práctica que hace aumentar su precio. Se calcula que las ganancias generadas a Goldman Sachs por el movimiento de aluminio de un almacén a otro ascendieron a más de 5.000 millones de dólares. No es de extrañar, si tenemos en cuenta los millones de latas de refrescos fabricadas con aluminio que se abren cada día en EE. UU. (90.000 millones de latas anuales), la cantidad de aluminio utilizado en la industria del automóvil o la cantidad de este metal que adquieren las compañías constructoras del país.

        La probada rentabilidad del acaparamiento del aluminio por parte de Goldman Sachs provocó la entrada de otros actores en el mercado de las materias primas. A finales de 2013, los planes de JP Morgan para especular con el cobre ya estaban muy avanzados. En 2010, la entidad había llevado a cabo múltiples compras en el mercado del cobre, y lo hizo de forma anónima. Cuando por fin los mercados internacionales tuvieron conocimiento de cuál era el comprador, el banco ya disponía de 1.500 millones de dólares en este mineral, lo que significaba algo más del 50% del total disponible en todos los almacenes y centros logísticos de las bolsas. Como consecuencia de este hecho, el precio del cobre aumentó bruscamente. Desde JP Morgan se buscó la aprobación por parte de los reguladores de un programa que facilitase a Goldman Sachs y a Black Rock-la mayor gestora de fondos de inversión del mundo-la adquisición del 80% del cobre disponible en el mercado con el único fin de almacenarlo.     

               Las entidades implicadas informaron a los reguladores de que el cobre que querían adquirir sería utilizado para respaldar nuevos fondos en la bolsa de cobre y que estas operaciones no afectarían al precio del mineral. Pero los mayoristas y los fabricantes del cobre solicitaron a la SEC (La U.S. Securities and Exchange Commission) que no autorizase la propuesta previendo un agotamiento del mercado con su consiguiente subida de precios. La SEC es el regulador y supervisor estadounidense de los mercados financieros que vela por el cumplimiento de las leyes federales. Cuando el lobby bancario no dispone de herramientas legales para llevar a cabo una fechoría, realiza una descomunal labor de presión en la sombra para conseguir sus fines. A finales de 2012, cuando estaba en el final de su mandato, Mary L. Schapiro, presidenta de la SEC, aprobó un plan para lanzar un fondo de mercado respaldado por el cobre. Las asociaciones de consumidores consideraron la noticia un golpe para los consumidores del metal porque el fondo usaría cátodos de cobre físicos como garantía contra acciones en el fondo, medida que estimaban que no solo subiría los precios, sino que afectaría también al suministro del mineral. El senador del Partido Demócrata por Michigan, Carl Levin, también se posicionó en contra del plan. Fuentes de la SEC indicaron que no creían que la creación del fondo afectaría al flujo de cobre para su entrega inmediata. El cobre es un mineral extraordinariamente utilizado en el hogar y en la industria, de manera que son los consumidores los que acaban pagando las fluctuaciones de su precio. La jugada estaba gestándose desde 2010, cuando JP Morgan compró la división de materias primas del Royal Bank of Scotland por 1.700 millones de dólares, lo que le permitió disponer de 74 naves para almacenar metales, algo, como antes decíamos, fundamental para especular con cualquier producto. Desde entonces, el precio del cobre se ha visto afectado más por los enormes flujos especulativos que por su escasez o por problemas que tengan que ver con la economía real. En 2017, el precio del mineral aumentó un 30%, su valor más alto en cuatro años. En la actualidad, varios analistas señalan que algunos fondos de cobertura o hedge funds (un sofisticadísimo instrumento financiero que opera en los mercados sin apenas controles que puedan limitar sus operaciones) están invirtiendo en cobre convencidos de que su uso en la industria del automóvil eléctrico aumentará aún más su valor. Las energías renovables utilizan de media el doble de cobre que las energías convencionales, algo que también influye en el precio del mineral a causa del aumento de la utilización de estas energías.

 

Eduardo Luis Junquera Cubiles.