El mercado de divisas es el más grande del mundo y mueve a diario más de 5 billones de dólares (hablamos de billones en español, es decir, un millón de millones). La oferta de productos financieros es casi infinita y extraordinariamente sofisticada. Incluso, es posible vender cosas que no tenemos. Podemos realizar estas operaciones a través de los derivados, más específicamente de los derivados de futuros y las opciones, que permiten apostar a favor o en contra de un valor determinado sin tener ninguna acción del mismo. En 2010, la rentabilidad de los ataques a la deuda de los países europeos más afectados por la crisis financiera provocó a su vez más operaciones opacas contra los mismos. Las especulaciones se hicieron a través de los bonos de deuda pública y de los CDS. Los especuladores poseían bonos de un país o podían pedirlos prestados a los grandes bancos de inversión, comprometiéndose a devolverlos pasado un tiempo. El objetivo era acaparar una gran cantidad para, posteriormente, venderla en una única operación que provocaría la consiguiente caída del precio. A la vez, se realizarían adquisiciones de los CDS de los que antes hablábamos con el fin de cubrir el impago de los bonos. El aumento de la demanda de CDS incrementaría su precio, algo que alertaría a los más importantes operadores del mundo, que querrían cubrir su riesgo y comprarían más CDS. El riesgo es que los CDS constituyen un mercado ficticio porque los especuladores compran el CDS y no el bono.
En realidad, este mercado gestiona dinero por un valor 17 veces superior a la deuda real garantizada. Con estas operaciones, los grandes gestores solo desean crear de forma artificial una cierta “propensión del mercado” a una operación concreta, por ejemplo, una operación de venta. La falta de transparencia hace el resto: el mercado es muy opaco y extremadamente complejo y la información es también muy escasa. Los traders son los operadores encargados de comprar y vender en un mercado que solo les exige rentabilidad y en el cual trabajan a comisión. Estas personas detectan la tendencia de venta creada y se suman a ella. Los bancos de inversión disponen de algoritmos para reforzar estas tendencias al alza o a la baja, de manera que las órdenes de compra y venta se ejecutan de forma automática una vez los parámetros del mercado alcanzan un determinado nivel. La máquina especulativa se alimenta también de rumores deliberados que se lanzan para reforzar las tendencias y que suelen salir de las bolsas con mayor prestigio y volumen de negocio como Nueva York o Londres o cualquiera de entre las principales capitales de Europa como Madrid, Milán, París o Fráncfort. Estos operadores crean la noticia con sus inversiones, de manera que, muchas veces, al menos en los primeros momentos, dependen más del rumor que de la propia noticia como información real. En cualquier caso, el rumor deliberado acaba incidiendo de forma real en la economía especulativa, que acaba por llevar un terremoto a un país, a un producto financiero o a una divisa. Estos ataques suelen durar días u horas, se nutren de noticias falsas, del miedo y de desmentidos. Cuando la operación llega a la prensa se produce un pánico que lleva a una venta masiva de acciones o de valores con su lógica caída de precio. En ese momento, hace horas que los grandes especuladores han abandonado la operación, recomprando los bonos que pidieron prestados y devolviéndolos al banco emisor de los mismos, no sin antes recoger los gigantescos beneficios de una operación a escala planetaria. Solo ganan los grandes, mientras que los pequeños ahorradores o inversores siempre pierden.
En abril de 2012, el diario estadounidense The Wall Street Journal- uno de los tres diarios de economía más importantes del mundo junto al Financial Times y a The Economist, que además es el diario más leído en Estados Unidos-difundió un desolador informe del fondo estadounidense Carmel Asset Management sobre la situación económica de España. En un documento de 50 páginas se atacaba a nuestro país aportando datos falsos expuestos a través de diapositivas. El informe, por cierto, que nunca fue denunciado por las autoridades españolas, finalizaba prometiendo rentabilidades cercanas al 300%, siempre y cuando nuestro país quebrase. A este fondo le convenía la quiebra de España y lanzaba informaciones que potenciaban la idea de una próxima suspensión de pagos del Estado español. Previamente, este fondo, radicado en Nueva York, ya había comprado en los mercados de futuros las posiciones que le permitirían obtener una rentabilidad como la prometida. El informe también fue reproducido en la prensa española, en él se citaban de forma deliberada los peores datos que entonces se tenían de la economía de nuestro país y también se evitaba proporcionar cualquier estadística que invitase a la esperanza. Por suerte, en una de las páginas del informe, Carmel Asset Management reconocía el inicio de operaciones de compra de CDS sobre España a finales de 2011. En aquella época, la gestora de fondos más grande del mundo, Pimco, también emitió comunicados dudando de la capacidad de España de lograr sus objetivos de déficit. Por su parte, Willen Buitter, economista jefe de Citigroup, declaró en marzo que España sería rescatada en el transcurso de 2012. Los expertos declaran que estas operaciones se llevan a cabo abusando de información confidencial e intentando manipular el mercado en provecho propio, aunque esto, reconocen, es difícilmente demostrable. El informe de Carmel, con su consiguiente impacto, influyó de forma decisiva en el aumento del valor del CDS español, exactamente lo que la entidad perseguía. Como podemos ver, estas operaciones no son ilegales. No hay nada que obstaculice que los grandes especuladores conspiren para empeorar la economía de un país. España nunca fue rescatada y a partir de 2014 el país comenzó de nuevo a crecer sin ayuda exterior. El problema es que las actividades especulativas de los grandes grupos económicos suelen desarrollarse en medio de la más absoluta impunidad.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.