Hay dos modelos absolutamente contrapuestos: el de Estados Unidos, que en pro de la libertad de expresión permite casi cualquier declaración o expresión de ideas, incluyendo las más aberrantes, como aquella manifestación sancionada por un juez, aunque finalmente no tuvo lugar, que autorizaba la marcha de negacionistas del Holocausto por las calles de un barrio judío (Tribunal Supremo de Illinois, 1978, Skokie). El otro es el nuestro, el europeo, que es más como una suerte de dictadura de lo políticamente correcto porque tanto purismo y puritanismo tiende a asfixiar el debate y a crear tabúes. Creo que los dos adolecen del mismo déficit, que es el educativo: si en ambos lugares se enseñase historia de la forma correcta (y filosofía) solo una minoría de marginales -que en toda sociedad los hay- se afiliarían a estas ideas. Fuera de esto, hay cosas y debates que no queremos afrontar: existe racismo, clasismo, homofobia y otras formas de discriminación que tienen que ver con que en las sociedades adquiere prestigio todo lo que a su vez es propio del grupo dominante. Y hasta quienes pertenecen a las minorías aborrecen sus propios rasgos porque el discurso que escuchan desde la infancia estigmatiza a su grupo social o étnico, su sexualidad, su color de piel, su religión, su clase social, etcétera.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.