INTELIGENCIA DE SEÑALES (SIGINT): UN LARGO Y COMPLEJO VIAJE DESDE 1939 HASTA NUESTROS DÍAS.

El Tratado UKUSA y la alianza entre los cinco grandes países anglosajones:


El acuerdo anunciado el 16 septiembre de 2021 entre Australia, Estados Unidos y Reino Unido para que el país oceánico acceda a tecnología para el desarrollo de submarinos nucleares, rompiendo así el contrato entre Australia y Francia firmado en 2016 por el que el Grupo Naval, entidad participada al 66% por el Estado francés, fabricaría 12 submarinos por valor de 56.000 millones de euros, no es sino un capítulo más de la larga y estrecha colaboración entre estos tres países anglosajones, a los que hay que sumar Nueva Zelanda y Canadá, que integran desde hace décadas la llamada Five Eyes (FVEY, por sus siglas en inglés) o Alianza de los Cinco Ojos, un acuerdo para que los servicios secretos de estas naciones operen de forma conjunta en la llamada inteligencia de señales (SIGINT, por sus siglas en inglés) y compartan información sensible, además de comprometerse a no espiarse entre ellos. La alianza tiene su origen en la estrecha colaboración entre británicos y estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial en la mansión victoriana de Bletchley Park, donde unas 10.000 personas trabajaron en el proyecto de Alan Turing y su máquina Bombe para descifrar los códigos alemanes cifrados por la máquina Enigma, y comienza su andadura apenas un año después de acabada la guerra, cuando Estados Unidos y Reino Unido firman el tratado secreto BRUSA, conocido hoy como UKUSA (United Kingdom-United States Security Agreement), el 5 de marzo de 1946, con el fin de compartir información entre las agencias de inteligencia de ambos países.

Dentro de este grupo, los dos organismos que más información comparten y que tienen una colaboración más estrecha son el GCHQ de Reino Unido y la NSA estadounidense, las dos agencias dedicadas al monitoreo y análisis de las telecomunicaciones -también las privadas- y al proceso global de la información con el fin de proteger los sistemas de comunicación y de luchar contra el terrorismo y el crimen organizado. En un principio, el objetivo de la Alianza de los Cinco Ojos era interceptar y descifrar las comunicaciones del bloque soviético en la época de la Guerra Fría, pero la información obtenida se ha utilizado también para realizar actividades de espionaje industrial y político. Hubo que esperar a 1948 para que Canadá se sumara al acuerdo, y lo mismo hicieron Australia y Nueva Zelanda en 1956.

De acuerdo con el exgeneral canadiense James S. Cox, que en diciembre de 2012 redactó un documento sobre el funcionamiento del grupo, los cinco países se reparten geográficamente su espacio de acción: Canadá se ocupa de zonas del norte del Atlántico y el Pacífico, parte de Rusia y China y parte de América Latina; Australia controla el sur y el este de Asia; Nueva Zelanda cubre el Pacífico sur y el sureste asiático; Reino Unido se centra en Europa y Rusia Occidental; y Estados Unidos cubre parte de América Latina, el Caribe, China, parte de Rusia, Oriente Próximo y África.

La colaboración entre los cinco países dio lugar a un sistema llamado Red Echelon, un complejo entramado de conexiones, programas informáticos, radares, antenas, bases terrestres y estaciones de escucha cuyo objeto, en teoría, es el proceso y análisis de los millones de datos que circulan cada segundo por todo el planeta en forma de emails, llamadas fijas y de teléfonos móviles, chats, servicios de fax y de blogs con el fin de luchar contra el terrorismo internacional y el crimen organizado. Mediante un complejo sistema de búsqueda, este sistema de espionaje utiliza rastreadores que identifican palabras clave que terminan siendo analizadas en gigantescas bases de datos. Hubo que esperar a 1988 para que tuviésemos conocimiento de la existencia de este sistema de vigilancia. Fue entonces cuando Margaret Newsham, empleada de la NSA, entre 1974 y 1984, época en la que también trabajaba para Ford y Lockheed Martin, el primer fabricante de armamento a nivel mundial, desveló que desde finales de los años setenta la NSA podía rastrear a un ciudadano específico e interceptar sus llamadas en tiempo real por medio de programas de software conocidos por sus nombres en clave SILKWORTH y SIRE. En 2001, el Parlamento Europeo encargó un informe sobre la Red Echelon que, en sus conclusiones y en un alarde de ingenuidad, determinó que la red existía gracias a la cooperación entre Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda para interceptar las comunicaciones internacionales vía satélite y vía cable marítimo, pero minimizaba su capacidad de analizar el enorme caudal de información que gestionaba. El comisario europeo de Empresa y Sociedad de la Información, Erkii Liikannen consideró que era necesario crear campañas informativas para que los ciudadanos aprendieran a encriptar sus comunicaciones.

Estados Unidos, origen y vanguardia de la inteligencia de señales:


La Red Echelon, pues, inició su andadura en plena Guerra Fría con el objetivo de procesar los datos y comunicaciones de la Unión Soviética cuando no disponíamos de las actuales herramientas y medios para comunicarnos. Pero debemos retrotraernos a la Segunda Guerra Mundial para entender este proceso: después del ataque de Japón a Pearl Harbour se produjo una profunda remodelación del antiguo Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, que pasó a llamarse Departamento de Defensa y que empezó a otorgar a la inteligencia de señales la importancia que merecía, haciéndola depender del Military Intelligence Service (MIS), en cuyo seno, en mayo de 1942, se creó la Special Branch, que fue el ente encargado de analizar y archivar la ingente información relativa a la inteligencia de señales. Al menos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el Military Intelligence Service interceptó no solo información y datos de las potencias del Eje, sino también de 40 países entre los cuales estaban los principales aliados de Estados Unidos en el conflicto (Reino Unido, Unión Soviética y Francia), además de los de naciones neutrales como Suiza, Portugal y España. El crecimiento económico europeo posterior a la guerra propició un aumento desmesurado de las entonces nuevas tecnologías de la comunicación, lo que hizo que Estados Unidos destinase cada vez mayores recursos humanos, tecnológicos y económicos con el fin de fortalecer el sistema SIGINT.

Con el fin de dar respuesta a los enormes retos para la seguridad nacional derivados de la Guerra Fría se aprueba, en 1947, la National Security Act, bajo el mandato de Truman, cuyas disposiciones, al menos en su mayor parte, entraron en vigor el 18 de septiembre del mismo año. Esta ley permitió reorganizar la estructura de las fuerzas armadas estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial creando la oficina del secretario de Defensa para supervisar todos los estamentos militares, y también estableció el Consejo de Seguridad Nacional (NSC), que coordinaba todas las instituciones de seguridad, además de crear varios departamentos separados para cada rama de las fuerzas armadas. La nueva ley dispuso diferentes formas de coordinación de las fuerzas armadas con otros departamentos y agencias del gobierno como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), creada también al amparo de la nueva legislación, y la supervisión presidencial y del Congreso con respecto a asuntos de inteligencia nacional. El NSC asesora de forma directa al presidente e incluye, además, al vicepresidente, al asesor de seguridad nacional del presidente, al secretario de Estado, al secretario de Defensa y otros nombramientos presidenciales aprobados por el Senado. El NSC también gestiona subcomités más pequeños para abordar las amenazas a la seguridad nacional. La nueva ley creó también el cargo de secretario de Defensa, enormemente reforzado mediante la enmienda a la ley firmada por el presidente Truman, el 10 de agosto de 1949, que subordinó a su mando a todos los secretarios de los diferentes departamentos de las Fuerzas Armadas, convirtiendo a su titular en el segundo en autoridad tras el presidente.

El 4 de noviembre de 1952, también en tiempos de la Administración Truman, se crea la NSA, cuya existencia se mantuvo en secreto hasta mediados de los años setenta. A la postre, la NSA debía sustituir a la Agencia de Seguridad de las Fuerzas Armadas, que tenía las competencias en materia de monitorización, procesamiento y análisis de comunicaciones telefónicas y electrónicas de terceros países y de protección de las redes propias y aliadas, y que tan solo había funcionado entre 1949 y 1952. Por poner un ejemplo claro de las actividades de espionaje a ciudadanos practicadas por la NSA durante aquellos años diremos que, en Estados Unidos, debido a los enormes movimientos civiles contrarios a la Guerra de Vietnam, la NSA llevó a cabo un sistema de espionaje masivo para controlar a varios grupos entre los cuales había diplomáticos extranjeros, activistas contrarios al conflicto y personas sospechosas de colaborar y espiar para los soviéticos.

Entre 1956 y 1971 se desarrollaron un conjunto de actividades de contrainteligencia en el marco del llamado Counter Intelligence Program (COINTELPRO) con el fin de neutralizar los movimientos disidentes que operaban en Estados Unidos. En sus inicios, COINTELPRO fue concebido para crear divisiones y deserciones dentro del Partido Comunista estadounidense, pero con el tiempo los recursos se fueron desviando a otros objetivos considerados subversivos. Las operaciones corrieron a cargo del FBI y se produjeron en el marco de las enormes tensiones y miedos derivados de la confrontación con la Unión Soviética – que ya disponía de armas atómicas- y de la victoria de Mao Tse-Tung en China. A este clima de histeria anticomunista y de paranoia social hubo que sumar las denuncias del senador McCarthy, que estaba al frente del Comité de Actividades Antiamericanas y que construyó un verdadero sistema inquisitorial mediante el cual se violaban derechos individuales y se destruía la vida de miles de ciudadanos por el simple hecho de tener contacto con personas supuestamente vinculadas al comunismo, principalmente entre 1947 y 1956, aunque el comité existía desde 1938. Por supuesto, que las obsesiones anticomunistas del director del FBI entre 1924 y 1972, Edgar Hoover, también influyeron de manera decisiva para crear un ambiente propicio para combatir cualquier clase de disidencia.

Como era de esperar, COINTELPRO se desarrolló de manera totalmente clandestina y a su amparo se utilizaron medios ilegales con el fin de criminalizar no solo algunos movimientos sociales, sino también diferentes formas de lucha política. Entre los movimientos espiados se encontraban los Panteras Negras, el Movimiento Indígena Americano (AIM), organizaciones feministas y ecologistas, grupos supremacistas blancos entre los que se encontraba el Ku Klus Klan, y también el Partido Comunista de Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) e incluso el Partido Nacionalista de Puerto Rico. El Comité Church, presidido por el senador demócrata por Idaho, Frank Church, que estuvo operativo entre 1975 y 1976 y que realizó una investigación a gran escala sobre el abuso de poder por parte de la CIA y el FBI tanto en sus operaciones dentro de Estados Unidos como en el exterior, reconoció en sus conclusiones que “Muchas de las técnicas utilizadas serían intolerables en una sociedad democrática incluso si todos los objetivos hubieran estado involucrados en actividades criminales, pero COINTELPRO fue mucho más allá … el FBI llevó a cabo una sofisticada operación de vigilancia dirigida directamente a prevenir el ejercicio de los derechos de libertad de expresión y asociación protegidos por la Primera Enmienda, sobre la teoría de que prevenir el crecimiento de grupos peligrosos y la propagación de ideas peligrosas protegería la seguridad nacional y disuadiría la violencia”.

En los años setenta se produjo una aceleración decisiva de los sistemas de software y las bases de datos de almacenamiento relacionados con la criptografía. Pero una década antes, a finales de los sesenta, el criptógrafo de IBM, Horst Feistel, desarrolló con éxito una línea de generadores que constituían un elemento clave en los ordenadores de IBM de cara al procesamiento de la información almacenada. El programa fue llamado Lucifer y fue adquirido y utilizado por el Banco Lloyds en Londres en su sistema de encriptación bancaria y en sus cajeros automáticos en 1971. El éxito de Lucifer fue tal que en el seno del Gobierno estadounidense surgió la idea de la necesidad de crear un sistema de encriptación estándar indescifrable, algo que Washington dejó en manos de la iniciativa privada. Los primeros resultados no fueron los esperados y la NSA comenzó a trabajar en su propio algoritmo de cifrado, aunque para alcanzar el éxito fue necesaria la colaboración entre Howard Rosenblum, subdirector de investigación e ingeniería de la NSA, y Walter Tuchman y Carl Meyer, de IBM, de manera que, en julio de 1977, el algoritmo Data Encryption Standard era ya una realidad. Aunque la exportación de este algoritmo estaba prohibida, desde inicios de la década de los noventa era el algoritmo de cifrado más utilizado fuera del país. Un estudio de 1994 reveló que con este sistema se habían desarrollado 1.952 productos que operaban en 33 países. La colaboración entre IBM y la NSA adquirió una importancia crucial en un tiempo en el que las actividades de esta última se desarrollaban en la más absoluta opacidad para los estadounidenses.

La Comisión Rockefeller, llamada así por estar presidida por el vicepresidente estadounidense, Nelson Rockefeller, fue la encargada de investigar las actividades ilícitas de la CIA. Esta comisión emitió un único informe, en 1975, que describió algunos excesos cometidos por la agencia de inteligencia, y sus conclusiones fueron revisadas y corregidas por el Comité Church, que investigó a su vez los intentos de la CIA de asesinar a líderes extranjeros, además de las maniobras del FBI y la CIA para infiltrarse en organizaciones de izquierda con el fin de entorpecer o evitar sus actividades. El comité publicó 14 informes sobre los abusos de las agencias de inteligencia y distintas recomendaciones para regular las actividades de inteligencia en el marco de la democracia y el respeto por los derechos humanos.

Durante la Comisión Rockefeller algunos comparecientes hicieron referencias a la NSA, lo que sirvió para sacar a la agencia de su anonimato, ya que incluso los propios estadounidenses desconocían su existencia. El director de la CIA, William Colby, reconoció posteriormente ante el Comité Church que la NSA y sus organismos predecesores tuvieron acceso durante el período 1945-1975 a la mayor parte de los telegramas recibidos o emitidos en Estados Unidos, unas prácticas llevadas a cabo en el seno de la Operación SHAMROCK, un sistema de espionaje desarrollado con la colaboración de las tres empresas telegráficas de aquel tiempo: ITT World Communications, RCA y Western Union. Lo cierto es que el Ejército había tenido acceso de manera legal durante la Segunda Guerra Mundial a los telegramas que salían del país y a los que se recibían, principalmente si las comunicaciones tenían como destinatarios a ciudadanos extranjeros. El número de telegramas interceptados no es oficial, pero la propia NSA estima que tan solo en sus dos últimos años (1974-1975) el programa revisó alrededor de 150.660 telegramas.

En 1969, la NSA inició el proyecto MINARET, que creó listas de vigilancia sobre los individuos o grupos de estadounidenses cuyas actividades pudieran dar lugar a disturbios civiles o subvertir la seguridad nacional de Estados Unidos. MINARET se mantuvo hasta 1973, cuando el entonces director de la NSA, el General Lew Allen, suprimió el programa y reconoció que la propia NSA estaba detrás de la elaboración de las listas.

Eduardo Luis Junquera Cubiles.