La periodista cubana, Gisela Sais, que reside en La Habana, denunció el pasado domingo en la Cadena SER el acoso que artistas y periodistas sufren en la isla. A finales de 2018, surgió en Cuba el Movimiento San Isidro (MSI), una organización que agrupa a intelectuales, periodistas y artistas que reclaman más libertad al régimen. El pasado 6 de noviembre, el rapero Denis Solís insultó y expulsó de su domicilio a un policía que se había personado en el mismo sin una orden y publicó este hecho en redes sociales. Horas más tarde, Solís fue detenido y conducido a prisión y fue condenado a 8 meses de cárcel. Días después, miembros del Movimiento San Isidro iniciaron una huelga de hambre en un caserón de La Habana Vieja para pedir su libertad. La huelga fue interrumpida el 26 de noviembre cuando varios agentes del Gobierno accedieron al edificio en el que se encontraban, deteniendo a todos los huelguistas y trasladándolos a un hospital acusados de romper el protocolo contra el covid-19. A las pocas horas, la mayoría fueron liberados, a excepción de Luis Manuel Otero Alcántara, líder del MSI, que continuó detenido. El día 27 por la mañana, unas 20 personas se concentraron frente al Ministerio de Cultura pidiendo la libertad de Otero, cifra que fue aumentando a lo largo del día hasta llegar a unos 500 manifestantes. Al llegar la tarde, alrededor de 20 entraron en el ministerio y consiguieron hablar con el viceministro Fernando Rojas.

Finalmente, Otero fue liberado el pasado 1 de diciembre, pero los miembros del Movimiento San Isidro denuncian hostigamiento permanente por parte del régimen, que incluye apagones selectivos en internet, espionaje de los teléfonos móviles, detenciones de activistas y arrestos domiciliarios, un castigo que sufren más los periodistas. Los periodistas cubanos se han convertido en la vanguardia de la oposición al régimen, de ahí el intento de silenciarles por parte de las autoridades. Algunos de ellos tratan de evitar la censura en internet y el espionaje a través de los teléfonos móviles mediante el acceso a las VPN, las redes virtuales que permiten la conexión a internet a través de canales encriptados que garantizan la privacidad y protegen la identidad del usuario. Cuba se encuentra entre los países que más control ejercen sobre la red y no es fácil escapar a esta censura. Pero ningún gobierno ha creado un sistema de censura y control en Internet que sea perfecto. En Cuba, como en otras dictaduras como Irán, China, Eritrea, Arabia Saudí o Corea del Norte se practica el llamado bloqueo geográfico, un sistema que impide el acceso a sitios y contenidos de otros países. Este bloqueo puede evitarse a través de las conexiones VPN porque al estar el servidor VPN en otro país, el servidor web cree que la navegación se hace desde ese país. Por poner un ejemplo: en China, desde 1998 funciona el llamado Escudo Dorado, un programa del Departamento de Seguridad Pública en el que trabajan cientos de miles de policías y técnicos informáticos para garantizar la censura en Internet. Pero si un ciudadano chino se conecta a internet a través de un servidor VPN español o norteamericano, podrá acceder a Facebook, Twitter, YouTube o Google, redes bloqueadas en China.

Volviendo a Cuba, cuesta entender que cualquier gobierno hable con los artistas acerca del proceso mismo de producción y creación de contenidos, lo cual supone, teniendo en cuenta el carácter policíaco del régimen cubano, una forma de limitar la creación, las diferentes formas de expresión y la libertad en sí misma para cualquier colectivo que desee disfrutar de total autonomía a la hora de crear, escribir o publicar. El 20 de abril de 2018, fue aprobado el Decreto 349, una ley que requiere que los artistas obtengan aprobación estatal antes de exponer su obra, además de regular el contenido audiovisual. Se prohíbe, por ejemplo, el “lenguaje sexista, vulgar y obsceno” o los usos de “los símbolos patrios que contravengan la legislación vigente”. Las penas van desde una multa hasta la confiscación del equipo y la cancelación de la licencia artística y ha sido criticado por artistas tan importantes como Silvio Rodríguez, Tania Bruguera o Antón Arrufat, escritor y dramaturgo que ya sufrió la censura a principios de los años setenta, acusado de contrarrevolucionario tras la publicación de su obra de teatro “Los siete contra Tebas”, interpretada por el régimen como una expresión de apoyo a la invasión de playa Girón, encabezada por exiliados cubanos en abril de 1961. Como consecuencia de esto, Arrufat perdió su trabajo en un teatro de La Habana, estuvo más de 10 años sin poder publicar y sus libros fueron retirados de las bibliotecas cubanas. La aprobación del decreto 349 pone en peligro la apertura que se inició en 2006, cuando Raúl Castro asumió la presidencia. Desde entonces, se ha producido un renacimiento de la cultura en la isla similar al que se vivió a comienzos de los años sesenta. La Habana tiene hoy un festival de cine reconocido a nivel mundial, decenas de galerías de arte independientes, y múltiples compañías de teatro, música y danza. Todo esto fomenta un alto grado de libertad de expresión en comparación al que existe en otras dictaduras. En los centros de arte, teatro y cine de Cuba se abordan sin tapujos ni tabúes toda clase de problemas sociales, políticos, sobre sexualidad e incluso se habla abiertamente de la propia censura.

La respuesta del régimen cubano es la misma réplica infantil y embustera de siempre: que los disidentes están todos a sueldo del imperialismo estadounidense. Por su parte, la Administración Trump revertió casi de forma total las medidas de acercamiento entre los dos páises impulsadas por Obama. Se restringieron de forma drástica los vuelos comerciales y chárter, así como los viajes de estadounidenses y de exiliados o emigrados cubanos a la isla y también las visas turísticas o de inmigración para cubanos que buscan reunirse con sus familias en Estados Unidos. Además, Trump endureció el embargo económico, financiero y comercial a Cuba bloqueando las inversiones y el comercio con la isla, cerró prácticamente la embajada de Estados Unidos en La Habana tras los “ataques acústicos” a diplomáticos estadounidenses de los que no se sabe nada y devolvió a Cuba a la lista de países que no cooperan contra el terrorismo. El presidente saliente también aumentó el número de deportaciones de cubanos que solicitaban asilo y limitó los envíos de remesas de divisas procedentes de cubanos residentes en Estados Unidos a sus familiares en Cuba. Estas medidas, que no hacen sino empeorar la vida de los cubanos, fueron defendidas por Trump con un lenguaje igualmente cargado de eufemismos y falsedades como “El compromiso inquebrantable de Estados Unidos con una Cuba libre”.

Eduardo Luis Junquera Cubiles.