Hay que prestar especial atención a lo que está sucediendo en Ecuador por diversos motivos. En primer lugar, desde finales de los años ochenta, siempre que las movilizaciones del movimiento indígena-rural en su mayoría-y el urbano-sindicatos, estudiantes y personas de los barrios más pobres-han sido simultáneas han conseguido tumbar toda ley e incluso todo gobierno al que se han enfrentado, lo que acaba con esa patraña de que manifestarse no sirve de nada, al contrario: hay que tomar las calles de forma pacífica. En segundo lugar, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) es una organización que constituye el ejemplo perfecto de lo que debe ser un movimiento de defensa de los derechos de un colectivo porque desde su fundación, en 1986, ningún gobierno ecuatoriano ha sido capaz de someterla o de apropiarse de ella a la manera en que, por ejemplo, los sucesivos gobiernos democráticos españoles han desactivado a los grandes sindicatos haciéndolos completamente dependientes de las subvenciones. La CONAIE se enfrentó abiertamente a los gobiernos de Rafael Correa porque desde la organización consideraban que los programas sociales que el gobierno quería sacar adelante en las áreas rurales promovían el clientelismo, y por las políticas gubernamentales de apoyo a las compañías petrolíferas y mineras, principalmente a estas últimas.
Ahora que se habla tanto de estas cuestiones, hay que destacar que la CONAIE ha propuesto siempre proyectos de respeto al medio ambiente contra la explotación a gran escala de los recursos naturales. Los Gobiernos de Rafael Correa se caracterizaron por apostar por políticas sociales hasta entonces desconocidas en el país, pero también porque trataron de criminalizar la lucha social y porque intentaron adueñarse de los movimientos indígenas para neutralizarlos. Por fortuna, no lo consiguieron. En tercer lugar, los indígenas ecuatorianos nos enseñan que se puede acabar con ese espíritu fatalista que dice que nada se puede hacer fuera del paradigma neoliberal: se pueden llevar a cabo movilizaciones sociales pacíficas para que sean los pueblos y no los mercados los dueños de su destino. Estos días, en Ecuador no funciona nada, y la gente no maldice a los que reclaman derechos porque saben que son derechos de todos y que las incomodidades que genera la lucha son temporales. Aquí, han logrado crear una sociedad insolidaria, acomodada y egoísta que considera que cualquier lucha que cree algún tipo de molestia es una reclamación ilegítima que no debería producirse. Y así nos va.
En cuarto lugar, Lenin Moreno representa en Ecuador lo que él mismo llama un “socialismo moderno” que, en esencia, es lo mismo que representaron antes políticos como Felipe González, Bettino Craxi, Gerdhar Schroeder, Carlos Andrés Pérez o Mitterrand en sus respectivos países: la implementación de medidas neoliberales que han hecho retroceder el Estado del Bienestar. El hecho de que estas políticas sean promovidas por políticos que se dicen de izquierdas solo conduce a la frustración de los pueblos, engañados una y otra vez por estos adalides del libre mercado. He nombrado a Carlos Andrés Pérez, que gobernó Venezuela en dos períodos diferentes, porque del descontento del pueblo a causa del paquete de medidas acordado por Pérez con el FMI antes de llegar a la presidencia en 1989 (algo que negó durante toda la campaña electoral) surgió el “caracazo”, y del “caracazo” surgió el chavismo, porque a los pueblos no se les puede arrebatar la esperanza para que sean siempre los mismos los que sufren la historia y las injusticias. La renuncia de los partidos socialdemócratas a defender medidas sociales profundas nos conduce a la catástrofe. Implantar políticas neoliberales en un país desigual como Ecuador es como recetar a un enfermo de gripe salir a la calle desnudo en un día de invierno. Fijaos, si no, en lo que ha ocurrido en Argentina desde la victoria de Macri.
Estas son algunas de las medidas que Lenin Moreno desea imponer y de las cuales dice que son irreversibles porque “lo correcto no tiene matices”:
-Eliminación de los subsidios a la gasolina, lo que supone una subida del 123% en el combustible más usado en el país.
-Reducción de las vacaciones a funcionarios que pasan de 30 a 15 días anuales.
-Disminución salarial del 20% en los nuevos contratos temporales a funcionarios públicos.
-Aporte de un día mensual de funcionarios públicos al fisco.
Para terminar, desde el FMI se utiliza siempre la misma terminología para disfrazar de bello lo que es horroroso y para presentar lo impresentable: «Las reformas anunciadas por el presidente Lenin Moreno tienen como objetivo mejorar la resiliencia y la sostenibilidad de la economía ecuatoriana”, señaló el organismo en un comunicado difundido en Washington. Para el FMI, el anuncio del gobierno ecuatoriano «incluyó decisiones importantes para proteger a los pobres y más vulnerables, así como para generar empleo en una economía más competitiva”.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.
