El llamado caso Enron representó el escándalo más importante de economía especulativa que ha tenido lugar en Estados Unidos. Kenneth Lay fundó Enron en 1985, producto de la fusión entre Houston Natural Gas e Inter North. En 1990, la compañía contrata a Jeffrey Skilling, en libertad desde febrero de 2019 después de pasar más de 12 años en la prisión de Englewood, Colorado. Con la liberalización del sector de la energía, desde mediados de los años ochenta del pasado siglo XX, Enron aumentó rápidamente sus operaciones y ofertas, y comenzó a prestar servicios financieros, comercializando toda clase de productos, desde energía hasta comunicaciones de banda ancha. En 1997, Kenneth Lay nombra a Skilling presidente y director de operaciones de Enron. Durante su gestión, la compañía fue un prodigio de ingeniería contable que convertiría pasivos en activos y préstamos en ingresos. Como después se supo con detalle, los beneficios eran falsos y también la deuda. Ya en 1991, Richard Causey había abandonado la auditora Arthur Andersen-la más antigua de EE. UU., que también se vería arrastrada por el escándalo de la energética-para fichar por Enron. A la vez, ingresó en la compañía Andrew Fastow-que también cumplió pena de prisión entre 2006 y 2011-, uno de los responsables del diseño del fraude que terminó con la quiebra de Enron. En 1997, Fastow creó Chewco, una empresa diseñada para adquirir la participación del fondo de pensiones de la Universidad de California y colocarlo en otra empresa conjunta llamada JEDI. Como Chewco no cumplía con las condiciones legales necesarias para permanecer al margen del balance de Enron, la compañía comenzó a hacer las primeras operaciones de ingeniería financiera para ocultar la deuda e hinchar las ganancias. En 1998, Fastow es nombrado jefe de finanzas y un año después Richard Causey se convierte en el director de contabilidad. También en 1998, Fastow crea LJM, supuestamente para comprar activos de la propia Enron de bajo rendimiento y cubrir inversiones arriesgadas, pero la nueva empresa sirve en realidad, como antes comentábamos, para maquillar la deuda e inflar los beneficios. Los ejecutivos de la compañía dieron el visto bueno a los planes de Fastow de administrar las empresas que hacían negocios con Enron mientras continuaba con su cargo de jefe de finanzas de la compañía. En privado, Fastow llegó a declarar que tanto la dirección como el consejo de administración de Enron, como los ejecutivos de la auditora Arthur Andersen estaban al tanto de todas sus operaciones.
El 16 de octubre de 2001, Enron anuncia 638 millones de dólares en pérdidas que corresponden al tercer trimestre de ese año, así como una reducción de 1.200 millones en capital accionarial derivado de cancelaciones relacionadas con negocios fallidos de banda ancha y comercio de agua, y también de la anulación de los llamados “raptors”, unas entidades creadas para mantener fuera de los balances de Enron las posibles pérdidas. Todos estos artificios legales fueron concebidos para una empresa con un valor en bolsa de más de 68.000 millones de dólares, que llegó a convertirse en la séptima corporación de Estados Unidos. El 19 de octubre de 2001, la Comisión de Bolsa y Valores inicia una investigación sobre las finanzas de Enron. En enero de 2002, el Wall Street Journal informaba que algunas de las más importantes entidades bancarias del mundo y empresas de corredurías de bolsa proporcionaron a Enron una ayuda determinante sin la cual hubiera sido imposible crear su intrincada y extensa estructura de fraude, que sirvió para prolongar el engaño en el tiempo. Los expertos acusaron a los bancos y a los brókeres de hacer la vista gorda y de ocultar información respecto a la falsa contabilidad de Enron debido a que recibían cientos de millones de dólares en ganancias procedente de la empresa. En 2006, un juez de Estados Unidos llegó a un acuerdo con tres grandes bancos de negocios (J. P. Morgan Chase, Citigroup y Canadian Imperial Bank of Commerce) con el fin de que abonasen 6.600 millones de dólares a los antiguos accionistas de Enron, porque consideró que ayudaron a la compañía a ocultar sus delitos financieros. Los demandantes declararon haber perdido unos 40.000 millones de dólares.
Los medios de comunicación y altas personalidades de la economía estadounidense ponían de continuo a Enron como ejemplo de empresa de éxito: solvente, innovadora y bien gestionada. El 5 de noviembre de 2001 fueron despedidos el tesorero, Ben Glisan Jr. y la abogada, Kristina Mordaunt, por invertir en una empresa dirigida por el director de finanzas, Andrew Fastow, en una más entre las muchas irregularidades cometidas por sus directivos. Tiempo después se supo que invirtieron 5.800 dólares ese mismo año para recibir semanas más tarde la increíble cifra de más de un millón de dólares de beneficio. El 2 de diciembre de 2001, Enron se declara en bancarrota y un día después fueron despedidos nada menos que 4.000 trabajadores. El balance final del gigantesco despropósito de la gestión en Enron fue de 20.000 personas que perdieron su empleo y su seguro médico. El 9 de abril de 2002, David Duncan, ex auditor principal de Arthur Andersen para Enron se declaró culpable de obstrucción por alentar al personal a su cargo a destruir documentos relacionados con la compañía. Duncan ordenó la destrucción de los documentos tan solo un día después de que el Gobierno estadounidense anunciase el inicio de la investigación sobre Enron. La Fiscalía presentó cargos contra Duncan al considerar que contribuyó a que empleados y socios de la firma destruyeran u ocultaran información sobre la compañía entre el 23 de octubre y el 9 de noviembre de 2001.
El caso Enron también ha demostrado cómo las grandes compañías son capaces de evitar las obligaciones sociales a las que tienen que hacer frente el resto de las corporaciones: el gigante energético no pagó los impuestos federales para empresas en cuatro de sus últimos cinco años de actividad, según informaba el Washington Post el 22 de enero de 2001. Según la investigación, en Arthur Andersen se tuvo conocimiento, el 22 de octubre de 2001, de que Enron estaba siendo investigada por la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. Un día después, Duncan se reunió con ejecutivos de Enron para pactar la destrucción de documentos comprometidos que contenían información vital sobre la verdadera marcha de Enron. La empresa tejió una red de 900 filiales en diferentes paraísos fiscales como las Islas Caimán, Holanda, Isla Mauricio y las Bermudas. Desde Enron, también fueron desviadas importantes cantidades de dinero con el fin de remunerar a sus empleados cuando estas sumas deberían haber sido destinadas al pago de impuestos.
Pero ¿cómo fue posible un fraude de estas dimensiones? Mediante la fusión que dio lugar a Enron, en 1985, la compañía resultante disponía de una amplísima red de gaseoductos con la que aprovechar al máximo las medidas neoliberales aprobadas por el Gobierno de Ronald Reagan en materia de energía. Posteriormente, durante el único mandato de George Bush padre, la división internacional de Enron recibió cuantiosos subsidios públicos. Tiempo después, la compañía fue el principal donante de la campaña presidencial de George Bush hijo. El sistema estaba pervertido en esencia: a Enron le fue concedido, mediante un informe favorable de Arthur Andersen y una autorización especial de la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU., el llamado Sistema de Valoración de Inversiones a Precios de Mercado, un instrumento que permitía a la empresa reservar beneficios potenciales en el momento del cierre de un negocio. Por pocas ganancias que la compañía obtuviese en la realidad, esta nueva herramienta facilitaba la contabilidad falsa al considerar como ciertas las predicciones que hacía el departamento estratégico de la empresa acerca de operaciones futuras, aunque estas estuvieran solo en el papel. Entre los artificios financieros creados por los responsables de la compañía también estaba el denominado como Contabilidad del Valor Futuro Hipotético (CVFH), una invención de Skilling que hizo a Enron ganar cientos de millones de dólares. Todo este entramado estaba encaminado a confundir a los potenciales inversores con el fin de encubrir la verdadera deuda de la entidad y para que invirtiesen en acciones de Enron.
Durante los años noventa del pasado siglo XX y especialmente entre finales de esa década e inicios del siglo XXI, Estados Unidos vivió el mayor auge alcista de la historia de las bolsas. En aquella época, el volumen de operaciones efectuados desde Enron a través de internet experimentó un aumento exponencial, pero sus gestores pronto se dieron cuenta de que era necesario influir en los principales analistas del mercado de las bolsas con el fin de hacer más creíble a la compañía en la prensa económica y, por consiguiente, entre los accionistas. De esta manera, siempre que la empresa excediera las proyecciones de los analistas respecto a la facturación trimestral de los valores, las acciones de Enron subían. Los altos ejecutivos de la empresa provocaban una subida en la cotización de las acciones para luego recibir dividendos en forma de stock options. Como los directivos de la empresa recibían gran parte de su salario en stock options, tenían un enorme interés en que el precio de la acción estuviera permanentemente alto, aunque fuera de forma artificial. Esto estaba lejos de ser un sistema generador de riqueza para la sociedad o de constituir una forma de economía productiva, pero para la mentalidad imperante entre los altos ejecutivos el hecho de ganar dinero es en sí mismo un fin que no debe estar sujeto a consideraciones morales que, incluso, como bien demostró el sistema de clasificación interno de Enron (se clasificaba a los nuevos trabajadores en una escala de 1 a 5 de acuerdo a su falta de escrúpulos para dirigir los negocios), podían ser un obstáculo a la hora de generar ingresos.
Mediante una agresiva campaña en diferentes medios de comunicación, los directivos de la empresa consiguieron convencer a todos los estamentos económicos y a la mayor parte del sector periodístico del país de la viabilidad de sus proyectos y aumentaron todas sus conexiones con las élites de EE. UU. Para proporcionar los beneficios prometidos a los nuevos inversores (de entre el 10 y el 15%), desde Enron se llevaban a cabo todo tipo de prácticas de riesgo permitidas por la economía especulativa. La compañía crecía a un ritmo extraordinario, pero lo cierto es que los beneficios reales no aumentaban porque el rendimiento real de las filiales era un desastre: por poner un ejemplo, en el proyecto de Dabhol Power Company, en La India, Enron perdió 1.000 millones de dólares, pese a ello, pagó generosas sumas de dinero a sus ejecutivos tomando como referencia beneficios imaginarios que nunca llegaron. ¿De dónde salía ese dinero? La fusión con Portland General Electric Company (PGE) supuso la entrada de Enron en el sector eléctrico. La importancia estratégica de PGE era fundamental para el acceso de Enron al mercado eléctrico del oeste del país y al mercado eléctrico californiano, que poco antes había sido liberalizado y que supuso uno de los principales fraudes diseñados desde la compañía.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.