Creo que vivimos en un mundo que potencia el egoísmo, el egocentrismo y la disgregación social, algo que hace más fuerte a nuestro sistema socioeconómico neoliberal, injusto por definición, porque si algo necesitamos para luchar contra sus excesos es la conciencia de clase, la única circunstancia social capaz de parir una unidad de acción indispensable para construir un mundo más justo. El individualismo es la tierra prometida del neoliberalismo. Todos esos excesos representados por Trump, Salvini, Abascal o Bolsonaro son odas al egoísmo, una suerte de ostentación de una insolidaridad de la que muchos antes se avergonzaban y ahora muestran con cierto orgullo. En esta etapa de la historia humana creo que ya sería perfectamente posible estigmatizar a un colectivo, ya sean los musulmanes o los gitanos, por poner dos ejemplos, y recluirlos en centros similares a los campos de concentración nazis. En semejante contexto de entretenimiento e idiotez, tan primorosamente combinado con la inacción social, no sería muy descabellado imaginar que la misma sociedad que permitiría la existencia de esos centros de exterminio a las afueras de las grandes ciudades se conmovería a la vez hasta las lágrimas al ver en Netflix una serie que relatase lo que fue para los judíos el Holocausto o la aniquilación del gueto de Varsovia.
Eduardo Luis Junquera Cubiles.